La distancia que nos une

La distancia que nos une

Patricia Castro

 * Artículo publicado en la edición impresa del diario El Comercio. 26/11/2016

Solo en este siglo, doce años le ha tomado a China, la construcción de un puente hacia Latinoamérica, que nunca fue un viaje a lo desconocido sino más bien, una expedición planificada con el objetivo de construir una sólida plataforma de intercambios. Desde la primera visita a la región del ex presidente Hu Jintao en el 2004, hasta la reciente gira de Xi Jinping por Ecuador, Perú y Chile, muchas olas han corrido bajo el puente.

China llegó a Latinoamérica en un Año del Mono, cuando saltó su propia muralla, atravesó un océano y fue en búsqueda de una región que por sus materias primas lucía como un paraíso de oportunidades. Este año se ha cerrado un ciclo completo del horóscopo chino, doce años en total, y el Mono, acostumbrado a jugar bromas pesadas, ha recibido a China en la región, con una muralla que se levanta al sur del Río Bravo.

Como resultado del tercer viaje del presidente Xi Jinping a Latinoamérica desde que asumió el mando en el 2013, se acaba de publicar el documento titulado “Política de China hacia América Latina y el Caribe” que plantea un nuevo estado de estos vínculos. Se trata del segundo Libro Blanco de China sobre la región y aparece exactamente ocho años después del primero. El número ocho es auspicioso en la cultura china.

Se espera que al menos este corra mejor suerte que su predecesor. En el 2008, antes de la gira del presidente Hu Jintao por América Latina, China presentó su primer Libro Blanco como una propuesta orientada a incrementar las relaciones comerciales, en sectores como la energía y los recursos minerales, aunque sin excluir otros intereses. Un año después, solo Chile contestó formalmente.

Quizás eran otros tiempos. Ocho años le tomó al Gobierno Peruano y dos presidentes en el camino, entender la importancia de elaborar una contrapropuesta o, al menos, una hoja de ruta que defina el rumbo de las relaciones con su primer socio comercial. Durante la reciente visita a Lima del presidente Xi Jinping, el Perú y China  firmaron un plan de acción intergubernamental para la cooperación 2016-2021.

Esta segunda versión del Libro Blanco se ajusta mejor a la estrategia política, económica y comercial de China hacia América Latina y el Caribe, a partir de un “nuevo modelo” de relaciones. Al igual que el documento anterior, los intercambios económicos son la prioridad, aunque también se abre espacio a la cooperación política, cultural, social, judicial y en materia de coordinación internacional.

Si los vínculos comerciales son la base de este puente levantado por China, los lazos políticos cada vez más fortalecidos y desprovistos de las ideologías, son las barandas que permiten la seguridad y el equilibrio, ahora que soplan los vientos del norte. En este sentido, China es tan pragmática y flexible que el comunismo que lleva aún en las venas pero no en las manos, no interfiere cuando cierra tratos en el mundo capitalista.

La hoja de ruta propuesta por China está en sintonía con la marcha de su política exterior y económica hacia la región. Concentra su interés en bienes especializados y productos con valor añadido, además de un mayor impulso al sector tecnológico y de servicios como motor de los próximos intercambios. Abre las puertas de par en par, ya no solo a los acuerdos de libre comercio sino de cualquier otro tipo.

¿UNA NUEVA RELACIÓN?

Este nuevo modelo de las relaciones entre China y Latinoamérica se configura a partir de las actuales necesidades de China que continua creciendo aunque en direcciones distintas. Adentro, la transformación de su modelo de crecimiento y la mirada fija en su consumo interno. Afuera, un protagonismo cada vez más evidente y aceptado en la esfera internacional. El gigante no tiene la culpa de ser el gigante.

Como ha venido sucediendo desde el 2004, China pone la pauta con la región, debido también a una mezcla de pasividad, desconocimiento o falta de planes estructurados por parte de los gobiernos latinoamericanos cuando actúan por separado. Recién a inicios del año pasado, la primera reunión ministerial del Foro CELAC-China, dio como resultado un Plan de Cooperación para los próximos cinco años.

Este nuevo despertar de América Latina es una consecuencia de sus sueños convertidos en pesadillas, desde la caída estrepitosa de la demanda china por materias primas. La esperanza latinoamericana se ha trasladado a la inversión china en infraestructura y financiamientos de proyectos, entre otras salidas que permitan a la región crecer y desarrollarse sin tener que sacrificar al medio ambiente como ha pasado con China.

Ha sido el fin del tercer viaje de Xi Jinping y su cuarta participación en el Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico (APEC) pero el inicio de lo que se ha llamado “una nueva fase” de las relaciones, ahora que Ecuador y Chile también han elevado sus vínculos bilaterales al nivel de “asociación estratégica integral”, una posición política y diplomática que el Perú mantiene con China desde el 2013.

¿Será acaso otra ironía del Año del Mono que el impulsor de la globalización se encierre entre sus muros mientras que aquel tildado como proteccionista ahora promueva la liberalización y facilitación comercial y de inversión? China ha sido capaz de cruzar océanos y construir puentes detrás de su sueño chino. Ahora que la distancia nos une con China, le toca a Latinoamérica ir detrás de su propio sueño. En sus muros, listos, ya.

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