A Enrique Verástegui

A Enrique Verástegui

Julia Wong

Enrique.

El gran teorema de cien mil Li.

El mestizaje étnico en Enrique Verástegui constituyó para algunos una puerta que parecía frágil y siempre abierta.

Muchos descendientes de africanos en sus pagos, no tienen si quiera puerta en sus viviendas y por parte de sus ancestros chinos, quienes ostentan magníficos arcos ,se puede  cruzar sin golpear.

Así era Enrique, umbral hacia un universo iconoclasta de la casticidad y la castidad hispana, católica que supo volcar en una matemática lírica de la palabra. Fórmulas comprensibles sólo para los corazones puros.

Imagino que morir en 28 de julio, el día de la independencia de su patria amada, es deseo de cualquier rebelde contra el yugo y contra palabra no exquisita y compuesta por otros.

Su vida fue un poema. Su fragilidad, su lenguaje, su ser  pero  no estar en la Lima maldita y sagrada a la vez que le amparó y le empujó hacia abismos inadmisibles.

Una enfermedad. Un sentimiento de desvarío. Un margen que el pintó y escribió con su ojo  mágico.

A Mí, una tusán como él, le dedicó su  última columna en el diario. Quizás se animó a emprender ese viaje hacia lo desconocido. El no retornará como Enrique nunca más. Pero sabemos que como inspiración y ternura, equidistancia entre sonido y furia: el seguirá escribiendo…

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