El virus Chino

El virus Chino

Gonzalo Paroy

Foto: Diario Jyllands-Posten (Suiza) insertó el virus en la bandera.

Lic. Gonzalo Paroy Villafuerte

Lima, 03 de abril del 2020

El mundo vuelca los ojos una vez más, al gigante asiático. Esta vez por ser el centro de la tragedia mundial llamada Covid-19. Quienes hemos estudiado en diferentes aspectos, parte de la historia de este país y su relación con el mundo, podemos llegar a una conclusión: la asociación de lo negativo con lo chino y el recuerdo de un racismo antichino, no solo siguen vigentes, sino que en realidad nunca se fueron. Las palabras de Trump, las agresiones a asiáticos en distintos países y las decenas de teorías conspiranoicas que vuelcan en internet, así lo confirman. Para estas formas de pensamiento, el virus son los chinos y su cultura culinaria aberrante que habría propiciado la pandemia, el virus son los chinos quienes extendieron la enfermedad por el mundo, el virus son los chinos y su galopante economía que ha comprado acciones del mundo bursátil occidental, y por último, el virus son los chinos, que crearon este mal para deshacerse de ancianos y de la sobrepoblación.

Es sabido que en los periodos de crisis se conocen a las personas, pues compartir “noticias” y “columnas de opinión” donde el culpable es única y exclusivamente China, sin análisis (cultural, contextual o histórico) esconde solo dos posibilidades: ignorancia con una carga emotiva de miedo o un muy interiorizado racismo que permite liberar de culpa y responsabilidades estructurales, culpando al chivo expiatorio de siempre: los chinos, los orientales, los amarillos.

Entonces… ¿quién es el culpable de la pandemia? Parte del instinto humano es la búsqueda de culpables que permitan exculparse y estigmatizar. Pero debo concordar en que es necesario conocer al culpable, comprendido este como las causas y las estructuras que permitieron y gestaron la crisis sanitaria mundial; así, esclarecer quién o quiénes deberían ser señalados como los virus, aunque esto implique finalmente, que señalemos elementos muy cercanos a nosotros mismos.

Empecemos con el aspecto más simple y voceado: las “aberrantes” culturas culinarias chinas. Juzgar y señalar es muy sencillo cuando se desconoce la realidad histórica de distintos países que atravesaron (y atraviesan) la tragedia que más muertes lleva a la humanidad, más que guerras y más que enfermedades: el hambre. Como pasó en la Francia Revolucionaria, en los guetos judíos en Alemania de la Guerra y desde principios de la humanidad, la necesidad primaria de alimentarse ha llevado a los humanos a buscar alimentos, aunque esto incluya prácticas “aberrantes” como la caza de animales salvajes o el canibalismo. Es menos conocida que los anteriores ejemplos, que en las décadas de 1950 y 1960, China sufrió una de las tragedias generadas por el hambre, más grande del siglo XX. La estadística más moderada dice 15 millones de personas perdieron la vida, mientras que las más extremas señalan 80 millones. Ante este escenario, el Estado chino legalizó la caza de animales salvajes para que sus habitantes pudieran subsistir. Surgieron los mercados libres donde se comerciaban los animales de la región. Quien no conoce la tragedia detrás de una práctica cultural, puede juzgar de manera negativa.

Ahora bien, en todo país existen mercados, legales e ilegales, de tráficos de especies animales salvajes, sea como alimento y medicina, sea como mascotas exóticas. Señalar a China y sus mercados, es olvidar que en África, por mucho tiempo, surgieron enfermedades de virus animales que saltaron a humanos y que, salvo el VIH, fueron endémicas; o ignorar el gran mercado de Belén de Iquitos, donde más de un limeño juzgaría desde su pequeña realidad la venta de insectos, reptiles y todo tipo de animal amazónico. Bajo ese sentido, la tragedia pudo iniciarse en cualquiera de estos países. El dato final, es que no necesariamente tiene que ocurrir con los llamados animales salvajes, sino incluso con animales de granja, como ocurrió con la gripe aviar iniciada en Italia decimonónica y que tiene rebrotes cada cierto tiempo. Podemos acordar que no se puede culpar a una tragedia histórica (hambruna) ni a una cuestión tan extensa y antigua (mercados de animales), pero sí podríamos señalar, desviando nuestra mirada exclusivamente del virus actual, que la convivencia con los animales y la creciente destrucción de sus ecosistemas, son los principales caldos de cultivos de estos virus de origen animal. Así lo señalan diversos expertos, tras el análisis de la historia de diferentes epidemias. En este aspecto, el virus es el extractivismo que no mide consecuencias, una causa estructural, puesto que no obedece a banderas y coyunturas, sino a la forma cómo nos hemos relacionado con la naturaleza en los últimos siglos.

En otro punto, históricamente, Italia y el Mediterráneo han sido centro de un intercambio de entre Europa y Asia, intercambio de todo tipo, desde cultura (recuerden el viaje de Marco Polo), conocimientos (la pólvora, el papel) y comercio (la ruta de la seda es muy conocida) hasta, por supuesto, enfermedades como la recordada peste negra que azotó Europa en la Edad Media, una de las tragedias más grandes producidas por una enfermedad. Con lo dicho, solo quiero explicar (o recordar) que la globalización comercial y cultural crea una dinámica mundial que aplica a todos los aspectos de la vida humana, todo lo positivo y todo lo negativo. De todas las bondades que ha ofrecido Asia a Occidente, culpar de un proceso común a la historia humana a una sola nación, es tan solo un burdo argumento para denigrar, sino… ¿qué podríamos decir los americanos de la epidemia de viruela que trajeron los españoles y que fue el principal factor de la debacle demográfica del Nuevo Mundo? Pese a que esa sí fue una empresa conquistadora que traería muerte producto de las batallas, jamás pensaron los viajeros que un ente microscópico sería la causal de la mayor muerte masiva de América. No olvidemos que en países como Italia o Perú, sus casos “cero” fueron propios, un deportista en el caso de Italia, y un trabajador de una aerolínea en el caso peruano, dignos representantes de la globalización. Ambos Estados pudieron actuar cerrando las fronteras o exigiendo una cuarentena a todo pasajero, pero minimizaron las consecuencias. A este respecto… ¿podríamos culpar a la globalización de ser el virus?

Las conspiraciones generadas aluden a que el fin último del gobierno chino era la conquista económica de Occidente y que la “creación” (sic) del Covid-19 era el medio. Incluso insinúan que se ocultó información o que esconden la cura. Y que justo cuando el virus es mundial, ellos ya superaron el problema y se perfilan como el “más favorecido” (pese a la inversión que implicó superar la crisis), mientras las bolsas del mundo cierran con pérdidas. Aunque estoy seguro en que la mayoría coincide en que estas ideas son productos de miedo, creatividad, mucho tiempo libre y su carga de racismo; permiten decir un par de cosas. Europa y América tuvieron un mes de ventaja y toda la experiencia de China, Corea, Irán y Japón en el inicio de la pandemia. Quienes seguimos lo que ocurría al otro lado del mundo, nos sorprendimos de lo rápido que viajaba la información vía internet. No solo experiencias, sino artículos científicos y resultados médicos. Por supuesto que los noticieros americanos recién se interesaron del tema cuando aparecieron los primeros afectados en Europa y recién vimos la realidad cuando llegaron los “casos cero” a nuestros países latinos, pero todos, salvo China, tuvieron mucho margen de tiempo para actuar.

Si de todas las potencias económicas, China es la “más favorecida” o mejor dicho, la que perderá menos (ya que todos pierden capital monetario, humano e institucional), las crisis capitalistas tienen justamente esa característica. Debemos recordar que si alguna potencia actual se vio favorecida por una crisis que implicó millones de vidas humanas, fue EEUU posguerras mundiales, cuando sus similares asiáticos estaban materialmente destruidos. Como nuestras conspiraciones son occidentales, a pocos hizo extrañar que entonces Wall Street sea la beneficiada. El mundo bursátil como lo conocemos nació ahí. China ha atravesado un muy largo camino para ingresar al capitalismo internacional bajo un Estado fuerte y una economía galopante. Las bolsas de valores siempre han sufrido caídas y quiebras debido a que su sostén es y ha sido la especulación y la confianza en el mercado libre. En este sistema, un conflicto bélico, una catástrofe natural, el choque de intereses por productos mundiales como el petróleo, pueden revertir las curvas bursátiles. A este sistema nos hemos acostumbrado. ¿Por qué está mal que un Estado no occidental saque provecho en el mismo sistema? China sufre el mismo fenómeno que toda asociación que utiliza las mismas reglas de juego que no inventaron: acusados por no salir perjudicados. Gran Bretaña y EEUU ha preferido el sistemas económico a la salud pública, China, Corea y Japón hicieron lo contrario. Nuestra visión binaria de “bueno” y “malo” ha sido formada desde occidente y esto explica por qué es tan fácil señalar a unos y no a otros. La pérdida de población “improductiva” (adultos mayores, personas con enfermedades crónicas, personas que padecen condiciones médicas, etc.) no parece concordar con la política aplicada por China ante la crisis sanitaria, caso muy distinto al de los países gobernados por una política que prioriza el sistema económico sobre su gente. En este sentido el virus (que va a matar a la “población improductiva”) son aquellas cuya política de salud pública son nulas ante la emergencia, acompañado de las muchas clases políticas y empresariales que reniegan de los Estados que priorizan la salud de la población y no al mercado.

Entonces, observamos que muchas de las cosas que se dicen, adolecen de un análisis mayor y en el fondo, reproducen un mal endémico entre los difusores de información y creadores de discursos: racismo e ignorancia en contra de unos, desvío de la culpa real a favor de otros. El virus no es una práctica histórica y cultural, no es una nación, no es un gobierno, no es la falta de información, no es la falta de políticas aplicables para minimizar la amenaza sanitaria. Tal como he argumentado, intentando ver de manera panorámica y no solo coyuntural, podemos identificar los virus: el extractivismo irresponsable que destruye ecosistemas, la globalización que nos une inevitablemente en todo lo positivo y en todo lo negativo, la forma cómo se maneja el mercado mundial que una crisis lo doblega y los Estados inactivos que condenan a su población a su suerte, aunque en esta coyuntura eso puede significar otra tragedia histórica.

Más de uno ha señalado que toda crisis es a su vez una posibilidad. Los virus detectados, es decir, las causas estructurales señaladas, deben cambiar. Se requiere cambiar nuestra relación con el medio ambiente y sus animales, se necesita mejorar la política de salud global y pública, se exige mayor capacidad de respuesta de los Estados. Pero también exige eliminar a los recreadores de discursos negativos que por falta de análisis atacan lo más frágil, mientras que los grandes virus quedan libres de responsabilidad.

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