La construcción de personajes femeninos como sujetos de disidencia en la narrativa de Roger Li Mau, por Julia Wong
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Roger Li Mau (La Libertad, Perú, 1934) es un escritor casi autodidacta que ha desarrollado una narrativa local, hispánica, clara y casi historiográfica del devenir social , especialmente de la década del 50 al 70, donde sus capacidades intelectuales se centran en sucesos clave de la historia migratoria de la comunidad china en el norte del Perú, pero, además, conjuga certeros aspectos biográficos, no sólo propios, sino de sus paisanos, con lecturas de clásicos, y sobre todo, asume un rol interpretativo de textos religiosos o de prácticas religiosas para incorporar un conjunto de valores místicos que insuflan de fortaleza moral y profunda consciencia de identidad y libertad en sus personajes femeninos.
La decisión de ahondar en las razones o azares por las que el autor trabaja con tal ahínco la fuerza de sus caracteres femeninos apareció desde el lógico cuestionamiento de si fue su herencia china la que intensificó su necesidad de esas composiciones casi reales, o tomadas de la realidad, en un entorno donde no se respeta, sino que, al contrario, se desdeña el carácter delicado o femenino, la debilidad, la fragilidad, y se esconden o callan atrocidades pertenecientes a la etnia, o al desequilibrio del patriarcado, que él quiere exponer desde sus capacidades sociales y personales.
Desde la tradición judeocristiana y en la impronta fundamentalista de la mayoría de credos o ejercicios de género, se valoran roles reproductivos, maternales, domésticos y solidarios en la mujer. Se suman la belleza física de cada época, representando erotismo, sensualidad, y una estética que pregone la delicadeza o la obediencia, acomodándose siempre al aparato representativo de los jerarcas chinos y su prole.
Cuando Li Mau empieza a escribir sobre las mujeres chinas, tusanes migrantes, y luego también en la composición de otros personajes femeninos, aunque no tusanes sino criollos, mestizos, indígenas en La Libertad, no escatima en describir, construir y puntualizar todas las virtudes o desventajas de sus “mujeres”, sin usarlas como contrapuestos a sus personajes masculinos, menos aún como desvalorizados, desvalidos, complementarios o menos importantes. No hay otro autor o autora en la zona que rescate lo valioso de la presencia femenina, y menos lo crucial para la construcción del futuro y de los movimientos sociales que van a venir a tomar lugar en el Perú. Los autores mayormente reconocidos están en Lima y no hay ninguna mujer relevante en la zona.
Sin querer tentar al lector con la bibliografía que manejo, que puede ser escasa o insuficiente, no hay ningún otro autor masculino de esa época que recree en sus historias la construcción de la disidencia femenina como principal y detonante de toda su escritura: en La soñadora y casta señorita Aguilar (2006, cuentos), Voces y lágrimas de ultramar (2010, novela) y El sabor de la cuchipanda (textos satíricos), los personajes femeninos, no sólo son tratados con certera horizontalidad, sino que, cuando se trata de profundizar en su relación con el mundo, son conscientemente creadores de funciones estéticas, políticos, decididos a enfrentarse a su medio, sin ningún atisbo de inferioridad.
Menos aún en Chepén, donde hay poetas hombres que comparten algunas publicaciones de sus versos, pero que se enfocan en la mujer más como madre y procreadora, semejando al ideal católico establecido por la iglesia y sus feligresía, una mujer santificada que no opina, ni sufre por las decisiones tomadas por otros.
Roger Li va, desde el principio, más allá. Si bien es cierto que mantiene la descripción idealizada desde el lado religioso del presupuesto conductual de la época de cómo debe ser una mujer, le da una vuelta de tuerca a estas características, y a veces con humor, como en La soñadora y casta señorita Aguilar, o En el sabor de la cuchipanda, donde demuestra que está desarrollando estrategias diferentes en el arquetipo femenino, dándoles capacidad para un romanticismo folclórico y para llegar hasta una desarrollada intelectualidad, desde el rol establecido. Presenta una multiplicidad de variables que puede albergar el corazón femenino, desde la ternura, hasta la maledicencia, y le otorga cualidades visionarias, pitonisas, sumadas a una ironía y sarcasmo sólo producto del libre pensamiento, pero construyéndolas desde su particular admiración o crítica, inoculando un cinismo a la pluma de Roger Li que no describe mujeres fáciles que se acomodan al quehacer y las contiendas económico-sociales, aino que luchan, responden, construyen, cuestionan y proponen.
En su libro Figuras de disenso (2012), Terry Eagleton examina 35 autores. He de suponer que son sus favoritos, o los más odiados e incomprendidos de sus lecturas, pero a quienes Eagelton ha leído e investigado a cabalidad, ya sea por admiración o envidia. No se puede uno ocupar de alguien que no le provoque algún afecto especial.
Con esta premisa, debo continuar que el afecto especial que el ‘tio Roger Li Mau’ me provocó para ocuparme de su narrativa casi prohíbe separar su persona y su data biográfica de su narrativa y de sus filtros al escribir. Con Roger Li Mau en mí deja de funcionar la muerte del autor y me animo a lanzarme sobre su obra como producto de una modernidad operante que traspasa todos los niveles de ‘subdesarrollo’ en caso de las ciudades costeras del departamento de La Libertad, que a pesar de haberse desarrollado económicamente, culturalmente no sólo parecen estancadas en el tiempo, sino que regresionan a nivel del Pleistoceno y del principio de la agricultura.
La academia empieza a ocuparse de las realidades culturales chinas, ya sea venidas del continente o expuestas a través de sus representaciones en los migrantes y sus derivados a principios del siglo XX. Antes de eso, tanto a lo asiático (especialmente la China, pero también el Japón, que juega otro rol en el paisaje multicultural y en el entramado migratorio) como al mundo africano la escritura le fue negada. Hay, por lo tanto, casi una equiparación de estas dos etnias y sus roles en el mundo laboral y participativo dentro de la sociedad peruana.
Pero a diferencia del mundo afrodescendiente, sincrónicamente en China continental, y en Formosa o Taiwán, (consideradas por muchos chinos migrantes otro país, muy diferente a la China) sí hay una producción importante de literatura local y de desarrollo de pensamiento. Esto se deja ver en publicaciones periódicas de revistas o magazines que llegan en el idioma natal o son traducidos en los Estados Unidos. Así, se va amalgamando, a diferencia de los afrodescendientes, el devenir productivo, pedagógico e industrial de la China y Taiwán, creando una sinergia importante en las tusanes, que están alertas a lo que está pasando políticamente en sus madre patria. Quizás estas correlaciones invisibles entre matriz y descendencia hacen que las migrantes con estudios o capacidad para construir pensamiento, aun sin tener muchas noticias de la literatura actualizada, incluso sin leer o escribir chino, empiecen a desarrollar ideas libertarias o parecidas desde la capacidad intelectual para crear propuestas coherentes que vayan en contra de la estética conservadora y sus parámetros éticos y morales en producción de artes, filosofía y diálogo entre historia, modernidad y visión de futuro.
Entonces la revolución para los hijos de los chinos, ya sea en el mismo continente o en ultramar, estará a cargo no sólo de los pensadores que se han quedado en el territorio, si no de los que han continuado estudiando y alimentándose de las vanguardias, como Roger Li Mau.
Es por eso que no deja de sorprenderme que cuando Roger escribe, construye personajes femeninos con una consciencia del ser que incluso los escritores o escritoras peruanas contemporáneos a él no desarrollan. Si bien es cierto que el afamado Siu Kam Wen escribe con mayor pericia y conocimiento literario que las historias de Roger, sus personajes femeninos suelen estar subordinados, a veces decorativos, poco políticos y bastante adecuados a la imagen patriarcal de lo que se espera de una mujer.
Li Mau no es un progresista consumado, menos aún un feminista. Pero deja entrever su preocupación por un rol igualitario y protagónico de la mujer y por sus decisiones dentro de la comunidad.
Su personaje Raquel en Huellas de ultramar es el que con altura y profundidad de pensamiento hace que se vea el sesgo que Li Mau le quiere dar a la presencia de la capacidad de decisión femenina, sobre todo ante la realidad y la verdad: asumir roles de empoderamiento y liderazgo. Si Raquel no puede tener hijos, no se apabulla, sino que entra a la relación contractual y permite que su marido haga concebir a la empleada (como en la historia bíblica) y ella siga manteniendo el poder sobre la hacienda, con hijos que no salen de su vientre pero sí del hombre que ella considera adecuado como consorte.
Los personajes femeninos de Roger Li son redondos, contundentes, contestatarios, y me atrevo a agregar que dedica todos sus libros a las mujeres de su familia y si hemos tenido la suerte de conocer su historia personal, su esposa, hijas y nietas son todas grandes ejemplos de vigor intelectual, preciosa plasticidad en el arte, y van desde reinas de belleza, gourmets, empresarias, hasta madres, pintoras y abuelas insuperables.
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