Un fotógrafo tusán observa las fotos de una fotógrafa tusán

Un fotógrafo tusán observa las fotos de una fotógrafa tusán

Rodrigo Campos
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Fabiana Chiu-Rinaldi , museóloga y fotógrafa, es sobre todas las cosas una investigadora que respeta y conoce la Historia. La suya y la de toda la colectividad. Su relación armónica con el pasado le ha permitido proyectar -con ese oficio de ver, ese compromiso vital de los fotógrafos- su propia visión de la diáspora, como también hizo su padre, a quien le debemos registros de la colonia china peruana de mitad del siglo XX. Justamente, Fabiana ha vuelto hace poco al Perú desde Nueva York, lo que siempre significa un ejercicio de retrospectiva y la reafirmación de pactos afectivos.

A propósito de este regreso, consideramos pertinente, con autorización de la autora, darle una mirada a su trabajo fotográfico.  Puesto que jamás tuve ojo para la fotografía y la composición, se me ocurrió buscar ayuda. La del amigo más fiel del mundo. Lo he sacado de su abstracción en una inmensa playa donde se encierra a contemplar, con su cámara en el pecho, lo que más se parece a lo eterno. Le he propuesto que seleccione algunas de las fotografías de nuestra querida Fabiana. Aunque proclama haber dejado la cámara hace mucho tiempo -lo cual es evidentemente mentira para quienes lo conocemos-, ha aceptado la tarea encomendada. El resultado de esta primera selección ha sido una serie de fotografías que dialogan entre sí sobre las lineas en espacios de distintas características.

Le he pedido a mi amigo, fotógrafo encubierto, que me diga algo que acompañe a esta primera selección de las fotos de Fabiana. «Bueno, la fotografía puede, en ese cuadro aislado de realidad, contarte historias o crearte sensaciones, busca la belleza o lo contrario, incluso cuando no nos damos cuenta. El ojo sensible de Fabiana nos regala eso en sus fotos», me dice. Luego, vuelve a retirarse al mar. Antes de irse me prohíbe que mencione su nombre.

Me imagino a Fabiana y sus ojos tusanes posándose sobre Nueva York, Massachusetts, Connecticut, Washington DC o Barcelona -las ciudades en las que ha tomado las fotografías que presentamos- en sus ratos libres, en medio de su trabajo en el campo cultural. Yendo de un museo a otro, de alguna conferencia hacia alguna ponencia. Son esos los períodos, me cuenta ella, en los que ha ensayado «aquel acto de capturar el tiempo». «Es el tiempo al que veo en mis imágenes. El pasar del tiempo, el venir del tiempo, el bailar con el tiempo. Es el tiempo el que esculpe un edificio, el que crea el momento perfecto y, de vez en cuando, hasta llego a convencerlo que se quede un poquito más», me dice en una de nuestras conversaciones dilatadas por el cambio horario entre mi Shanghái y su Nueva York. La selección de mi amigo le parece pertinente, he logrado que dialoguen. Quizás la próxima vez sea ella quien pose su mirada sobre las fotos de él.

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