21 de marzo: Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial
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Foto: El Comercio
El pasado 21 de marzo fue el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial y el link que acompaña este post, escrito por la arqueóloga Ulla Holmquist, nueva Ministra de Cultura, suma a una serie de manifestaciones públicas de intelectuales, políticos, artistas y activistas sobre el tema del racismo y la discriminación étnica en el Perú. Desde Tusanaje 秘从中来 hemos observado con especial atención todas las manifestaciones publicadas -y posteadas- antes, durante y después de la mencionada fecha. Valoramos el cambio que se gesta en el seno de nuestra sociedad, el racismo nos empieza a indignar y el aumento de las denuncias ciudadanas lo demuestran. Nos aunamos al pedido de un Estado que acepte y enfrente este problema dándole la importancia que merece. Sin embargo, no podemos dejar de mencionar la absoluta ausencia de la comunidad tusán en el discurso de la Ministra. La máxima representante del Estado en la lucha por un país orgullosamente intercultural menciona -y se esfuerza por mencionarlos a todos- a los pueblo originarios del Ande y la Amazonía, también a los afroperuanos, por el contrario, su discurso silencia la existencia de millones de descendientes de asiáticos en el país. No solo es una omisión en el discurso. También lo es en las políticas públicas. ¿Acaso nuestra minoría no es objeto de discriminación? ¿Acaso no merecemos representación en el Estado? Seguramente algunos argumentarán -y es una opinión que hemos recibido de miembros del Ministerio- que no somos una población vulnerable y que por ello no estamos en la agenda del Estado. Ciertamente los tusanes y los nikkei hemos vencido a la vulnerabilidad a punta de esfuerzo y trabajo, de estudio y dedicación. Una gran mayoría de tusanes y nikkei tenemos títulos universitarios en instituciones nacionales e internacionales de gran prestigio y accedemos a servicios de salud de calidad. Pero todo esto ha sido por la vía privada. No ha sido gracias al Estado sino pese a él. Los descendientes de asiáticos somos los únicos sin representación en el Viceministerio de Interculturalidad. Existe una Dirección de Políticas indígenas y otra de Políticas para Población Afroperuana; sin embargo, nosotros no estamos incluidos. El Perú tiene la mayor cantidad de descendientes de chinos de América Latina. Y somos peruanos. El Perú tiene la segunda mayor población de descendientes de japoneses en la región. Y ellos son peruanos también. Una decena de científicos sociales afirman a partir de sus investigaciones que los peruanos de raíces chinas somo entre el 10% y 15% de la población peruana. Estamos hablando de más de un par de milloncitos de peruanos. Tan peruanos como el arroz chaufa y el aeropuerto.
Es importante mencionarlo porque ese es otro argumento de los que creen prescindible que tengamos una representación en el Estado: que tenemos la protección de China y Japón, respectivamente. Que, mientras que los afroperuanos no tienen una contraparte en otro país que vele por ellos, nosotros contamos con países de grandes economías que nos proveen de Centros Culturales y alguna que otra contribución cultural. Claro que la tenemos, lo que estamos evidenciando es que la ausente es la parte peruana. ¿Qué de malo hay, justamente, en que tengamos una identidad que comparte orígenes distintos? Sobre el caso tusán recalcamos que no existe la figura de la doble nacionalidad, además que todas las becas y otras contribuciones del gobierno de la RPCh son ofrecidas a todos los peruanos, sin distinciones, a través de instituciones formales (PRONABEC).
En el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial no vamos a detenernos en la discriminación del día a día. Todos la conocemos. De la que escribimos hoy es de la más grande de todas, la invisibilización del Estado. No buscamos políticas sociales, pues, como ya se ha mencionado, no somos comunidades vulnerables y creemos que ese presupuesto debe ser priorizado para quienes lo necesiten. Pero somos millones que, a las puertas del bicentenario, merecemos ser incluidos en la narrativa de esta nación. A la vez, merecemos políticas públicas que promuevan y pongan en valor la literatura, arte, culinaria y otras expresiones artísticas que le hemos dado al Perú. Queremos estar incluidos.
No existimos para el Estado peruano. Fuimos ignorados en la pregunta de autoidentificación étnica de los últimos Censos Nacionales en el 2017. Tardíamente y ante la protesta de las comunidades tusán y nikkei, se nos incluyó tibiamente en la campaña mediática (usted puede marcar otros y escribir «tusán» o «nikkei»). La ausencia de estar incluidos como una opción marcable en esa pregunta sumada a la precaria capacitación de los voluntarios (fuimos parte de la campaña Marca otros y escribe «tusán» en la pregunta 25 y sabemos que muchos censadores no tenían idea de los términos «tusán» y «nikkei» y malinformaron a muchos ciudadanos) tuvo como resultado cifras muy por debajo de la realidad. Quizás sea ahora el argumento para seguir invisibilizándonos.
En la actualidad no existimos para el Estado peruano pero sí existimos en el pasado. Existimos cuando nuestros antepasados fueron traídos en condiciones inhumanas a mitad del siglo XIX como semi-esclavos para el enriquecimiento de los mismos de siempre. La abolición de la esclavitud de los afros no trajo una reconciliación de la nación, sino la inclusión forzada de los que se convertirían en otros actores de nuestra sociedad. Los dueños del país -hacendados y congresistas a la vez, es decir los que promovieron la inmigración de chinos para ayudarse a sí mismos-habrían de sentirse mejor porque los culíes tuvieron una paga ínfima y un contrato que les aseguraba un final a su explotación. Mientras, a sembrar caña y algodón, a construir rieles de ferrocarril, a recoger guano. Pero la dureza, la mala alimentación y la violencia no le quitarían la dignidad a esa gente que conservó su cultura, enriqueciendo el crisol peruano. Los episodios de discriminación no cesaron, todo lo contrario. El Estado fue indulgente con los saqueos masivos al Barrio Chino de 1909 y 1919, y gestor de la abusiva y populista expulsión de los chinos del Callejón Otayza. Ese mismo Estado que no dudó en entregar ciudadanos peruanos de ascendencia japonesa al gobierno estadounidense para ser recluidos durante la Segunda Guerra Mundial.
La historia de los peruanos de ascendencia asiática se puede resumir de la siguiente manera: al llegar como inmigrantes pobres, ciudadanía de segunda clase, abuso y violencia; al lograr ascenso social producto del esfuerzo propio (que ha maquillado pero no ha solucionado la cuestión del racismo), postergación e invisibilización.
Este año se cumplen 170 años del lobby de Domingo Elías y Juan Rodríguez que promovió la llegada involuntaria (y voluntaria después) de los chinos al Perú. También se cumple 120 de la llegada de los japoneses. El sufrimiento no se debe olvidar, la memoria es importante para que nuestro país no vuelva a comprar seres humanos nunca más. Por fortuna, también tenemos mucho más que celebrar. A Pedro Zulen y a Víctor Li Carrillo. A Watanabe y a Verástegui. A Apu-Rimak y a Tilsa Tsuchiya. A Doris Moromisato y a Siu Kam Wen. Al Lomo Saltado, el Cebiche (que no sería el que es) y el chifa. El bicentenario tiene que ser de todos los peruanos.
Link de la nota: ¿Racista, yo? por Ulla Holmquist
https://elcomercio.pe/opinion/colaboradores/racista-ulla-holmquist-noticia-619113
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