Julia Wong en Tusanaje

Julia Wong en Tusanaje

Rodrigo Campos
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En agosto del 2017 Julia Wong llegaba a Hong Kong con un proyecto bajo el brazo. Me lo había contado una vieja amiga, Laura Correa, una fotógrafa, artista visual, y feminista peruana a la que admiro con muy poca discreción. Julia, la legendaria Julia, venía desde nuestra porción del mundo trayendo consigo las fotos de Laura y otros fotógrafos peruanos a los que ella misma había invitado a México, lugar en el que vivió y murió un poco, para abrazar algo de la esencia de los descendientes de chinos del norte y llevarla aquella islita donde la historia de tantos tusanes empezó.

No podría ser de otra manera, la historia de Tusanaje, de alguna manera, también empezó en esa mezcla futurista entre China y Occidente. Hong Kong es la prueba que lo cantonés es cosmopolita. Cuánta tradición hay en ese pequeño mundo completo y cuánta gente hay allí mirando el mañana. Una isla muy tusán, de alguna manera, aunque no sea la única. El origen de Tusanaje está ligado a esa porción de chineseness y no podría ser de otra manera.

Había buscado la manera de conocer a Julia pero no la había encontrado. Saberla en Hong Kong, organizando una muestra fotográfica en el Hong Kong Cultural Center, no garantizaba nada. Pero algunos ya estábamos metidos de lleno en la empresa de crear Tusanaje y no había vuelta atrás: invitar a Julia a estar, a ser parte, había sido un punto de la agenda desde el principio y esta era la ocasión de intentarlo. Como no tenía nada que perder y cualquier motivo era bueno para volver a Hong Kong, compré un boleto en la noche y me fui con 400 yuanes en el bolsillo. Me quedé en el departamento de unos tíos que heredé de un primo de la Asociación Tusán Kam del Perú. Solo una rumana me despidió en el aeropuerto.

Conocí a Julia en el restaurante de la YMCA, en Tsimshatsui, en pleno Kowloon. Lo primero que me dijo fue “No pareces tusán, qué tal combinación”. Nos hicimos amigos a la mitad de una canción de Chavela Vargas a la mitad de Nathan Rd. Dos marcianos mestizos, veían los transeúntes, un peruano que hablaba mandarín y una china que hablaba alemán. Llegamos al tema de nuestras madres en el sonido encadenante que indica a los transeúntes que deben cruzar la calle, por la cebra. En la vitrina de un Chow Sang Sang hablamos de su hija, de México, de poesía.

Después de la inauguración de la muestra decidí entrevistarla. No recuerdo con claridad si para ese momento ya le había propuesto ser parte de Tusanaje. Menos si ella ya me había dicho que sí. Lo que está claro es que la siguiente entrevista fue el primer contenido –bruto- de Tusanaje, que ella fue la primera colaboradora que aceptó ser miembro sin contar a los fundadores, y que acerté en volar sin titubeos hasta la isla a abrazarla. Tantos inicios en uno solo.

Edición: Estefanía Ku

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