Peruanidad tusán

Peruanidad tusán

Nilton Maa
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Un año nos separa del bicentenario, el orgullo invade nuestros pechos, cantamos con la voz ferviente que el COVID-19 no ha logrado arrancar de nuestras gargantas. Sin embargo, hay un dolor constante que aqueja mi corazón con mayor intensidad que la pandemia, pues al menos estano discrimina.

Han pasado 171 años desde la recordada llegada del barco Frederick Wilhem. Para muchos, este nombre y este barco no significan nada, pero para quienes descendemos de aquellos primeros culíes, para quienes recordamos y atesoramos nuestra historia como parte de una raíz inamovible, es un punto de partida, el nacimiento de quienes, hoy en día, conformamos la comunidad tusán, la comunidad asiática más grande de Latinoamérica.

Semanas atrás leía un artículo publicado por El Comercio y escrito por Fernando de Trazegnies. Como en cada columna escrita en los diarios, a través de los años, se repite de manera constante los pasajes de la historia que todos ya conocen, exaltan las virtudes de la migración, el desarrollo económico, agrícola y social. El artículo celebra, con pasajes de nuestra historia, los 45 años de relaciones diplomáticas entre Perú y China.Sin embargo, llama mi atención la tonalidad del discurso de Trazegnies:

«…una población laboriosa y flotante”[1]. (2016, párr. 7 cit. en Arona, 1891)

«…podríamos decir que el Perú no sería el mismo hoy sin los esfuerzos, las fatigas, los sudores y dolores de esos chinos hacendosos” (2016, párr.4)

Un discurso que nuevamente nos eternaliza como el otro, el chino ligado al comercio, a la fonda de la esquina. Unos ojos que nos observan desde arriba nos clasifican y nos separan. Nos muestra una vez más, no como el descendiente peruano chino, como el tusán que forma parte de esta nación con mayores aportes que los económicos y con presencia en todos los ámbitos de nuestro país sino, más bien, como el inmigrante «hacendoso» que coopera con el desarrollo de un Perú que, según interpretó en sus palabras, aún no nos pertenece.

Han pasado muchas generaciones de tusanes por la historia de nuestro país y muchas otras están por venir. Desde el colegio entono con orgullo el himno nacional y he asistido a diversos desfiles donde miles de ojos me han observado con curiosidad. Muchas veces me pregunté si realmente formo parte de esta tierra, de esta nación caótica que me enorgullece hasta las lágrimas y la ambigüedad de mis respuestas me sumían en mayores dudas y temores.

Ya no quiero ser ese «chino hacendoso» marcado por discursos sesgados. Quiero dejar de ser el foráneo en mi propia tierra, entonar nuestro himno abrazado a mis hermanos peruanos y no bajo el murmullo de muchos que me han observado diciendo «mira ese chino, cómo se sabe el himno de memoria».

En este país que pregona su diversidad y celebra hoy un año más de independencia, quiero alzar la voz y decir que no somos ajenos a esta celebración, que estamos cansados de ser invisibles y que no tenemos, ni queremos otra tierra a la cual volver la mirada con amor, orgullo y pasión, más que esta que nos vio nacer.

Soy peruano, soy tusán, que viva el Perú.


[1]De Trazegnies, F. (18 de abril de 2016). Título del artículo. El aporte de China al Perú y al mundo, por Fdo. de Trazegnies. El Comercio. Recuperado de  https://elcomercio.pe/opinion/columnistas/aporte-china-peru-mundo-fdo-trazegnies-187900-noticia/?ref=ecr

 

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