Entrevista a Walter Hupiu, primer premio del Concurso Fotográfico “La Cultura China en el Perú”

Entrevista a Walter Hupiu, primer premio del Concurso Fotográfico “La Cultura China en el Perú”

Tusanaje Editorial Web

La trayectoria de Walter Hupiu se ha construido entre la imagen y el compromiso con su tiempo. Fotoperiodista de amplia carrera en el ámbito político, social y cultural del Perú, su mirada ha sido testigo de momentos clave de nuestra historia reciente. En los últimos años, su trabajo ha abierto, además, un cauce más íntimo: la exploración de su herencia china y de la identidad tusán como territorio vital y creativo. Desde la fotografía, Walter emprende una búsqueda que entrelaza memoria comunitaria, pertenencia cultural y creación artística. Conversamos con él sobre sus raíces, su recorrido profesional y el proceso personal que lo ha llevado a reencontrarse con sus orígenes. Esta entrevista se da en un momento especial para Walter: su reciente triunfo en el concurso fotográfico “La Cultura China en el Perú”.  Certamen organizado ⁰con motivo de las celebraciones del Bicentenario del diario oficial «El Peruano» y el 54º aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre Perú y China.

 

Walter, cuéntanos un poco sobre tu ascendencia china y tu identidad tusán. 

Mi abuelo, Enrique Hupiu, fue un inmigrante chino originario de Cantón. Llegó al puerto del Callao a inicios del siglo pasado, cuando aún no cumplía los veinte años. Se estableció en Huánuco, donde existía una colonia china próspera y organizada. Allí se dedicó al comercio y logró salir adelante. Con el tiempo se casó con Rafaela Molina, nieta de españoles afincados, y juntos tuvieron cinco hijos. Mi padre, Enrique Hupiu Molina, fue el segundo de ellos. Estudió metalmecánica en el Politécnico Salesiano de Breña y se convirtió en un industrial muy respetado por la precisión y perfección de los moldes para plástico que fabricaba. Soy su tercer hijo. No llegué a conocer a mi abuelo, pero los relatos de mi padre lo retrataban como un hombre honesto y extremadamente dedicado a su trabajo. Tal vez por esa misma entrega no transmitió a sus hijos las costumbres ni el idioma chino.  Los valores de mi padre han sido mi referente de la cultura china. Siento que mi inclinación artística proviene de los Hupiu, él pintaba y solía darle color con acuarelas a mis dibujos a lápiz. Me contaba de un hermano mayor suyo que fue llevado a China y que nunca regresó. Saber que teníamos una familia viva al otro lado del Pacífico abría para ambos un misterio inconmensurable. De mi abuelo solo queda una fotografía de perfil, rescatada de un documento, y las huellas suyas en los registros públicos que voy encontrando y que trato de interpretar a partir de los relatos de mi padre. Reconstruir su historia ha sido, para mí, un proceso profundamente sanador. Creo que cualquiera que reflexione con honestidad sobre su propia existencia termina escuchando el llamado de sus raíces.

La mayor parte de tu carrera como fotoperiodista la has desarrollado en el ámbito político y social y como fotógrafo corporativo. Háblanos sobre tu trayectoria.

Quería estudiar pintura en Bellas Artes, mi padre me alentaba, pero mi madre se opuso tenazmente y terminé eligiendo cine en la Universidad de Lima. Allí desarrollé una particular estética y un lenguaje fotográfico con los que a finales de los 80 enrumbé al periodismo. Entré como practicante de reportero gráfico en La República en busca de los personajes e historias para futuros filmes, pero me encontré con el país atravesado por el Conflicto Armado Interno. Ese choque con la realidad y la buena acogida a mi propuesta visual me hicieron sentir que mi lente podía aportar en la lucha contra el terrorismo y en la defensa de los Derechos Humanos. Lo que iba a ser una experiencia de un año se convirtió en una vida. Soy creyente en la frase de Henry Cartier Bresson: “El fotógrafo no puede ser un espectador pasivo, no puede ser lúcido si no está implicado en el acontecimiento.”

Mi trabajo abrió puertas hacia nuevos medios: Página Libre, El Peruano, Expreso, revistas deportivas como Don Balón-Perú y El Gráfico-Perú. Una década después regresé a La República como editor fotográfico, con el encargo de recuperar su liderazgo en fotografía periodística, tarea que logré con el mismo equipo existente. En paralelo enseñé fotografía periodística en Toulouse Lautrec, donde recibí el reconocimiento de “Profesor Revelación”.

En el 2004 decidí dejar las redacciones para dedicarme como fotoperiodista independiente, la que describo como ‘una época funámbula y feliz, de desafíos y mucha libertad’. Colaboré con medios que me permitieron aventurarme por todo el país, agencias como EFE (España), Catholic News (EEUU) y The Lancet (RU), revistas como Rumbos. Proyectos de alcance nacional, como el libro Qhapaq Ñan, El Camino Inca para el Ministerio de Cultura, y actualmente realizó coberturas en la Amazonía para ONUSIDA y programas de acción social de empresas como Puspetrol. En 2019 obtuve el premio internacional Allard Prize de Lucha por los Derechos Humanos y Contra la Corrupción, otorgado por la Universidad de Columbia Británica, un reconocimiento a la fotografía como herramienta de memoria y transformación social.

En los últimos años, paralelamente, te has adentrado a explorar y retratar a la comunidad tusán. ¿Qué eclosionó esta inquietud?

Fue una suma de circunstancias y, sobre todo, la tarea pendiente de buscar mis raíces chinas, pero no sabía por dónde empezar. Ese impulso tomó forma cuando fui invitado a integrarme a la Asociación Cultural Tusanaje, un espacio que visibiliza las memorias e identidades tusanes y sus aportes a la cultura peruana. Ese contacto con la comunidad me permitió reconocerme y comprender la importancia de sus organizaciones. Así conocí el Centro Cultural Peruano Chino y su sede en Villa Tusán y descubrir que, más allá del Centro de Lima, la cultura china se transmite de generación en generación con vitalidad y alegría. Ese proceso me llevó a indagar en registros públicos para rastrear las huellas de mi abuelo y comprobar que los relatos de mi padre eran ciertos. Allí confirmé la existencia de Encarnación Hupiu, medio hermano de mi padre, el tío que viajó a China y nunca regresó. Ese hallazgo encendió en mí un sentido de pertenencia que no había tenido antes. Hoy vivo mi identidad tusán con mayor conciencia. Estoy reconstruyendo una memoria familiar dispersa, y esa reconstrucción me ha aportado como persona y como fotógrafo. Me permite retratar estas historias desde dentro, desde la perspectiva de alguien que busca comprender sus raíces para entender mejor quién es.

Sin duda, el Concurso Fotográfico “La Cultura China en el Perú” organizado con motivo de las celebraciones del Bicentenario del diario oficial «El Peruano», debe haber significado una ventana para exponer tu trabajo fotográfico sobre la cultura peruano-china (tusán)

Durante el tiempo que llevo en la asociación, he participado en numerosas actividades donde los miembros colaboramos tanto en la organización como en su difusión, en mi caso desde la fotografía. También he acompañado las celebraciones tradicionales del Centro Cultural Peruano Chino, lo que me ha permitido construir un archivo que empieza a tomar cuerpo y que, para mí, tiene un gran valor emocional. El concurso fue una oportunidad para compartir una parte de ese trabajo. Presenté cinco imágenes que retratan distintas expresiones de esta cultura viva:  Una joven del Instituto Confucio de la PUCP enseñando caligrafía a un niño tusán; el reflejo del zodiaco chino; fuegos artificiales iluminando el cielo mientras un guerrero de terracota vigila el horizonte; un astrólogo convocando al Dragón Celestial y a los Apus Andinos para iluminar el corazón de los niños en el Año Nuevo Chino; y, finalmente, El Árbol de los Deseos, donde niños y adultos cuelgan cintas rojas que representan sus sueños y esperanzas. Aunque el archivo ya tiene una variedad considerable de imágenes, siento que estoy en el comienzo. Mi propósito es continuar ampliándolo, investigando historias, documentos y memorias de la presencia china en el Perú. Aspiro a que este trabajo evolucione hacia una obra más amplia para una exposición de mayor alcance que contribuya a visibilizar este legado y a compartirlo con las nuevas generaciones.

 

 

Tu obra fotográfica “El árbol de los deseos” captura con sensibilidad la preservación de las tradiciones chinas y su vibrante presencia en la comunidad tusán. Cuéntanos qué te llevó a elegir esa obra para el concurso.

Elegí ‘El Árbol de los Deseos’ porque, más allá de ser un rito de una gran belleza visual, celebrado durante el Festival de las Farolas de 2025, en esa escena se revelaba algo esencial de una memoria compartida por niños, jóvenes y adultos. Cada cinta roja era un puente, entre la tradición y el porvenir, que contenía siglos de simbolismo. Fue impresionante no solo por la estética de la escena, la luz, los colores, la forma protectora del árbol, también por la convicción de quienes participaban. Me permitió comprender que las tradiciones no sobreviven por inercia sino porque las personas las reactivan con su esperanza. Era una respuesta. De las 5 fotografías que presenté, era la que mejor encarnaba una promesa, que una cultura se renueva deseo por deseo, mano por mano. Yo solo procuré estar a la altura de ese instante.

 

El árbol de los deseos. Fotografia ganadora del primer premio en el Concurso Fotográfico La Cultura China en el Perú. Archivo: Walter Hupiu

 

¿Cómo fue ese momento en que anunciaron tu nombre en la ceremonia de premiación del Concurso Fotográfico “La Cultura China en el Perú”? Deben haberte embargado muchas emociones…

La verdad es que no esperaba ganar el primer premio. Tenía la esperanza de algún reconocimiento, quizá tentar a uno de los premios de plata, pero cuando anunciaron a los tres ganadores de ese puesto y mi nombre no apareció, asumí que no había calificado. Por eso, cuando me llamaron después como ganador del primer lugar me tomó desprevenido y fue como un mazazo, una mezcla de sorpresa, gratitud y una emoción que se desplegaba lentamente como un logro que no era solo mío, que era parte de esa búsqueda para reencontrar mis raíces, que era un cariño, un guiño afectuoso de mi abuelo por recuperar y honrar su historia. Luego subí al estrado y el embajador de China Song Yang muy afectuosamente me entregó el diploma y una serie de presentes, siguieron las fotografías de rigor y un breve discurso mío. Todo ocurriendo en un tramo de tiempo difícil de calcular. Una anécdota para el cariño. Antes de la ceremonia, coincidimos tres amigos que estábamos participando y decidimos sentarnos juntos. ¡Terminamos celebrando los tres! Sun Cok obtuvo un reconocimiento de bronce, Arturo Cañedo recibió un premio de plata y, finalmente, me llamaron a mí para el oro. Arturo lo definió muy bien en su red social. -“¿Qué hay mejor que ganar? ¡Ganar entre amigos!” y adjuntó una foto de los 3. Pienso que al final, “El Árbol de los Deseos” me otorgó con creces mi anhelo.

Nos encantaría ver una exposición con tus obras fotográficas sobre la comunidad tusán en el futuro. ¿Has pensado en esa posibilidad?

Definitivamente sí. La comunidad tusán es un universo vasto y aún poco conocido, con una historia que abarca todo el Perú y al que he ido ingresando desde mi propia búsqueda de identidad. Descubrí que no se trata solo de tener ascendencia china, sino de asumir una conciencia activa, reconocer a los ancestros, honrar sus recorridos y comprender cómo su legado ineludiblemente se expresa en nuestra vida cotidiana. Mi intención es seguir profundizando en ese mundo, investigarlo y fotografiarlo desde adentro, desde la doble herencia andina y china que configura mi mirada, en la forma en que interpreto cada escena para plasmarlas en imágenes que transmitan esas historias. No como un observador distante, sino como alguien involucrado y respetuoso. Como decía Cartier-Bresson, implicado para ser lúcido en lo que expreso. Procuraré que este camino desemboque en una exposición, será una manera de visibilizar la presencia china en el Perú y, al mismo tiempo, seguir reconociéndome en ellas.

En Perú, aún son pocos los artistas visuales que toman su ancestralidad china y su cultura tusán como base estética, conceptual o temática para sus creaciones. ¿Cómo ves el panorama en los próximos años?

La producción visual tusán en el Perú atraviesa un proceso de reactivación. Aunque la comunidad de ascendencia china es numerosa, cerca de 10 millones de peruanos, la transmisión de sus tradiciones ha sido desigual y, en muchos casos, como ocurrió en mi propia familia, las referencias culturales se perdieron o quedaron dispersas. Esto podría explicar por qué la construcción de un imaginario tusán en las artes visuales avanzó de manera limitada durante décadas. Sin embargo, observó un crecimiento sostenido. Artistas como José Huerto Wong, Carlos Chong, Hernán Hernández Kcomt, Sun Cok, Ricardo Choy-Kifox, Luis Chiang Chang-Way integran de forma consciente elementos formales del arte chino en el tratamiento del espacio, su equilibrio visual y su simbolismo con contenidos vinculados a la peruanidad contemporánea. Sus obras se perfilan como líneas maduras de un lenguaje visual tusán. Para que este campo se consolide es vital fortalecer los espacios de memoria y circulación cultural. Iniciativas como el Concurso de Fotografía sobre Cultura China en el Perú son fundamentales y es de felicitar a los organizadores porque es una puerta para visibilizar la presencia tusán. El trabajo sostenido de asociaciones culturales como Tusanaje que cumplen un rol decisivo desde el activismo cultural, legitimando búsquedas, generando referentes, estimulando procesos de reflexión sobre la identidad y difusión histórica y porque pueden encender esa chispa motora. Creo que en los próximos años veremos a un número creciente de artistas explorando su ancestralidad desde perspectivas sensibles y personales. A medida que más creadores recuperen o reinterpreten ese legado, la identidad tusán se afirmará como un todo dinámico dentro del arte peruano contemporáneo, aportando nuevas posibilidades estéticas y conceptuales.

 

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