El budismo… ¿un camino?

El budismo… ¿un camino?

José Huerto
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Se dice que, el hombre razonable se amolda al mundo existente o lo cambia para vivir en el. Pero, es el ser insumiso el que duda, quién genera el progreso para que pueda surgir lo posible; para que esto suceda es necesario tratar, una y otra vez lo imposible y… ¿Quiénes hacen esto?… los creativos, los investigadores, los líderes, ellos recorren el mundo buscando la belleza de la felicidad, pero resulta que, si no la sienten dentro, nunca la hallarán!

El humano, como un viajero, tendrá que vencer las más diversas tentaciones y confusiones, en este «caminar», a dos senderos se enfrentará: Las creencias metafísicas y la realidad político – social.

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Hace dos mil quinientos años, los habitantes de la India estaban desilusionados con su religión, el Brahamanismo. Por ese entonces un gran rajá hindú estaba muy preocupado por el futuro de su único hijo, Gautama, nacido en un mundo perturbado, quién fue educado esmeradamente para que, en un futuro, gobernase el país.

Pero… un viejo adivino profetizó: «¡El joven príncipe llegará a ser un profeta!». Esto angustió al rajá, ya que muchos jóvenes de alta alcurnia y vida material cómoda se iban como peregrinos descalzos y harapientos en busca de la vida espiritual que los llevase hacia la felicidad; Epícuro había hablado sobre esto: «La templanza da lugar a la felicidad» *1

Pero el padre rajá decidió que esta profecía no debía cumplirse así, ordenó: «Que al príncipe Gautama solo se le debía permitir reunirse con sus familiares y servidores del interior del palacio y, nunca salir de él.

Gautama era un joven artista sensible e inteligente y de percepción muy aguda. Un día, se fugó del palacio por primera vez en su vida y pudo observar cómo vivía el pueblo. Así, vio a un anciano que caminaba penosamente, solo y abandonado. Comprendió que la vejez alcanza a todos y produce dolor e infelicidad. Sobre esta figura, Confucio sentencia: «La felicidad se edifica tratando a los demás, como quisieras que te trataran a ti».

Muy conmovido, continuó su camino… la mirada horrorizada de Gautama se posó en un hombre enfermo, cubierto de heridas, débil, demacrado… olvidado de todos.

El príncipe se preguntó: ¿Es inevitable que el ser humano sufra?, ¿Les llega a todos el sufrimiento?, ¿Por qué?, ¿Está el orden social mal edificado?. La autocrítica y la introspección son fenómenos psíquicos muy enraizados en los hombres notables, pero alejados del común.

El príncipe siguió su camino, anhelante, aturdido y dudoso de todo lo que veía, al lado del camino encontró desnudo, tirado en el pasto… un cadáver. Por primera vez en su vida presenció la muerte!… Atemorizado, pensó en lo perecedero de la vida, rememoró así, la belleza del cuerpo humano que, no obstante, termina descomponiéndose con la muerte y vuelve a ser polvo; luego se interrogó: ¿Por qué la belleza deviene en fealdad?, ¿Por qué la muerte?, ¿Por qué el hombre atesora y olvida que ha de morir?, ¿Por qué ese cinismo y necedad de pensar en lo eterno y no, en la finitud del existir?.

Gautama, absorto en sus pensamientos logró ver a un monje muy bien vestido que, sereno, irradiaba un aura de paz y bienestar – como muchos otros – . Pensativo y angustiado se sentía impresionado por lo que veía, recibió otra sacudida: ¿La paz, la satisfacción, la tranquilidad, la felicidad… eran patrimonio, solo, de quién se retira y no le interesa la vida cotidiana de los demás, como los religiosos, los monjes, los miembros de órdenes místicas?.

Así, decidió, hacerse monje… se alejaría del pueblo y de la vida mundana. Se internó en el bosque, estudió con los mejores maestros y monjes que encontraba en la espesura, él seguía adelante, siempre buscando la verdad.

Uno de sus grandes maestros, quedó muy impresionado por su aguda inteligencia, entonces le pidió que se quedara a transmitir sus conocimientos a otros estudiantes; pero esto no estaba de acuerdo con las expectativas de Gautama… ¿Cómo podría enseñar lo que no aprendía?… en consecuencia siguió su peregrinaje. Un día, un viejo ermitaño le observó que: «Solo la vida ascética podía llevarlo a la contemplación y la tranquilidad»… Se dice, metafóricamente, que llegó a vivir con solo un grano de arroz al día, el ayuno, lo enfermó gravemente… Estuvo al borde de la muerte, al tiempo sanó y siguió predicando; algunos «amigos» se reunían a su alrededor para aprender de él pero, como casi todos los «amigos» pronto lo abandonaron. Este periodo, fue decisivo en su vida; él había practicado el Yoga, pronto desveló que esta disciplina, solo era útil para controlar y relajar el cuerpo, no contribuía a aumentar la espiritualidad. Una vez más, decepcionado se sumió en la meditación sobre la infelicidad y el sufrimiento, tomó la solemne decisión de permanecer en posición de «Loto» meditando… todas las criaturas del bosque lo ayudaron: El tigre dejó de rugir, los monos de chillar, las aves de cantar, los caracoles subieron hasta sus hombros y cabeza cubriéndolo para protegerlo del sol y el calor. Al tiempo… una nueva certidumbre lo iluminó, Supo que: «El ser humano debía sufrir en su vida, morir y volver en un ciclo interminable de nacimiento, muerte y renacimiento eterno, hasta expiar sus culpas, a esto llamó: «La transmigración y Reencarnación».

«Gautama el Buda», decidió que, debía transmitir a los «otros» (la otredad) todo el conocimiento acumulado. Así, viajó por mucho tiempo, habló con sus semejantes y, a todos les comunicó y meditó lo que es conocido en la historia como «El Sermón del Girar de la Rueda de la Ley». Habló a sus seguidores, de la causa del sufrimiento, de cómo podía, uno, sobreponerse a él; les habló del budismo para «Despertar de Nuevo».

Gautama, como resultado de sus meditaciones concretó una forma diferente para acercarse a la felicidad; tema que Aristóteles trató en su filosofía, el dijo: «La felicidad es diferente a la satisfacción. Sé es feliz cuando nuestro pensamiento se opone al placer extremo (sexo, riqueza y poder) este se engarza con la contemplación (meditación) y la política – la verdadera – no la politiquería».*2

También el sabio Chino Lao Tse subrayó: «Eres feliz, si no ambicionas». El ex príncipe, ahora, Buda estructuró: «El Camino Medio»; él había nacido príncipe rodeado de lujos y comodidades… abandonó todo y eligió la pobreza y la necesidad… comprendió que, ni riquezas, ni harapos poseían la clave del problema eterno: Lograr la felicidad; pensó que, en consecuencia la solución se situaba entre ambos extremos (la justa razón).

El budismo es considerado frecuentemente, como una religión, pero esto no es así, en el estricto sentido de la palabra, el budismo es un «Sistema de Vida», un código, con el cual, si se observa estrictamente, se pueden obtener resultados a través del «Camino Medio», este código emerge de la religión hindú así, el budismo trata de mejorar la sociedad y, en ella a la humanidad como quién «Camina al Filo de la Navaja».

Buda sentenció: «La abnegación exagerada es mala, también la indulgencia extralimitada. Uno puede considerar que, sí al tensar, las cuerdas de una cítara, estas se estiraran demasiado… se romperán! Lo que significa una falta de armonía, ritmo y equibrio como en arte de ahí el «Tercer camino». Mencio lo dijo: «La felicidad se encuentra en la naturaleza bondadosa del ser humano».

También formuló que: «El que busca la felicidad, debe comenzar de adentro, hacia afuera; e iniciar la búsqueda pensando siempre que: Para recorrer kilómetros debemos dar el primer paso». Gautama se preguntó ¿Por qué somos infelices? y, con el tiempo se respondió: «Toda persona tiene que hacer frente al sufrimiento y al origen del mismo… el ser humano, por su propia naturaleza: Es inteligente, creativo y  racional; pero a la vez depredador, oportunista, cobarde y ocioso… ha de soportar el dolor, no puede haber purificación, conocimiento ni liberación entre la escoria que nos rodea». Gautama comprendió el origen del dolor, la naturaleza del sufrimiento y la lejanía de la felicidad. Para resolver este dilema planteó… «Las cuatro Verdades»: «El nacimiento es sufrimiento y la enfermedad también. Desear y no conseguir suele ser causa de aflicción. La separación de las personas queridas da dolor. Apegarse a la vida produce angustia… La muerte es necesaria e inevitable».

Él enseñó: «El sufrimiento sigue a algo que hemos hecho mal o para el mal y también por una actitud censurable y anética, contra la otredad. El gran poeta chino Li Po (Li Bai) en un poema trata el tema de la felicidad:

Bebiendo solo a la luz de la Luna

Feliz entre las flores.
Un tazón de vino
bebo solo.
Ningún amigo está cerca,
levanto mi copa,
invito a la luna…
ella me brinda felicidad.

 

La gran enseñanza de Buda: «La felicidad está en ti, no en la realidad externa. Y también: «Quien desea con exagerada vehemencia el «Poder», no puede ser libre, una persona que no es libre, no puede ser feliz; en consecuencia, eliminar el deseo de «Tener y no ser» es un gran paso hacia la felicidad; cada persona debe buscar la felicidad por sí sola».

Sustentó también que, hay una felicidad que no causa bienestar… es aquella que se obtiene utilizando a las personas para beneficio propio.

En consecuencia, debemos dejar de perseguir utopías y cosas inútiles; el narcisismo, el lujo, el glamour, el mercantilismo. Para solo pensar en qué es lo que buscamos realmente, pero siempre con: «Decisiones éticas apriorísticas, en libertad y frente a la otredad». Como las personas no siempre saben lo que buscan y, en esta «Feria de Vanidades», se confunden y todo lo realizan por el poder y el dinero, sin la verdad de la ética.

¡Nada fácil!… ¿verdad?… ¿Eres feliz?.

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