Una mirada vulnerable a la diferencia

Una mirada vulnerable a la diferencia

Laura Carrascosa
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Me recuerdo extraña respecto a las personas que me rodeaban. Mi refugio era la música antigua, los libros existenciales o el cine, así que cuando llegó el momento de elegir estudios lo tuve claro: quería dedicarme a la creación artística y sumergirme en aquellos mundos posibles con esas personas desconocidas que se me antojaban más familiares.

Probé de todo pero no encontré mi lengua más natural hasta que cogí una cámara. Al principio hacía fotos a mi entorno. Entonces, mis fotos hablaban de lo cotidiano. Pero llegó un momento en que lo cercano se quedó corto y quise conocer más, trabajar sobre el otro y con el otro. Empecé así a descubrir otras realidades, contextos, culturas… Beber de otras historias y sorprenderme constantemente me hacía feliz, como una especie de viento-fresco-impulso-vital.

Llegué a Usera gracias al encargo de fotos a un grupo de música. Usera es un barrio conocido como el “chinatown” madrileño. Me llamó mucho la atención: a diferencia de algunas zonas céntricas de Madrid que se han convertido en una copia del resto de ciudades europeas, ésta irradiaba chispas de autenticidad. Es una especie de pastiche en plena convulsión lleno de acción social, actividades y diversidad cultural.

Una vez en casa investigué y descubrí varios grupos en redes sociales sobre los jóvenes de origen chino que viven en España. Se llaman a sí mismos chiñoles. Shaowei, el administrador del grupo, utilizó este nombre porque no se siente ni chino ni español pero a la vez ambas cosas. Me explicó que parte del origen de este conflicto reside en que para la gran mayoría de españoles blancos los chiñoles siempre serán “menos españoles” por el mero hecho de tener los ojos rasgados, como si hubiese unos “españoles verdaderos”. (1)

A raíz de mis ansias por conocer este colectivo, me entró la fiebre china y quise comenzar un proyecto fotográfico con los chiñoles. Muchas personas me escribían para recomendarme libros y pelis o para presentarme a amigos suyos. Fue así como conocí a Xirou Xiao.

Resultó que Xirou también estaba trabajando con los descendientes de migrantes chinos, pero desde la performance y la educación artística. Quedamos, conectamos y comenzamos a trabajar juntas. Mientras, ¿por qué no compartir intereses? Nos dimos cuenta de que a ambas nos gustaba la misma música, como Chavela Vargas, las pelis de Won Kar-Wai, comer mucho, la naturaleza, la filosofía, pasear… Ella me hablaba de China y sus costumbres, de Sanmao o de su infancia, y yo la llevaba a tomar mis pinchos de tortilla favoritos, a conciertos castizos o la acompañaba al dentista.

Con el tiempo me di cuenta de que en realidad son los chiñoles los que deben hablar sobre sí mismos y que ese no era mi campo; que mi interés real estaba en las diferencias culturales entre Xirou y yo y la curiosidad que teníamos cada una por el mundo de la otra. Siento que la curiosidad es el motor que mueve mis acciones y que el día en que deje de tenerla será mala señal.

Día tras día mi fascinación no paraba de aumentar y desde entonces he estado fotografiando su crecimiento, que ha ido de la mano del mío.

Xirou nació en Hunan, conocida en China como la provincia en la que nació Mao Zedong y en Occidente como el lugar en el que se rodó Avatar. Xirou también es una extraña en la comunidad china de Usera: aunque comparten país, el 70% de sus compatriotas provienen de Zhejiang, provincia con un dialecto propio que ella no habla. En cambio, a ojos de los españoles, todos ellos representan a un país entero. A pesar de que se siente rara en Usera, solemos ir a degustar sus generosos menús y las mandarinas que siempre nos dan de postre. Las mandarinas han estado muy presentes entre nosotras y se han convertido en nuestro juego particular: a mí me recuerdan a Xirou y a Xirou le recuerdan a su antigua casa en Hunan. En China las mandarinas simbolizan buena suerte, paz y riqueza. Me gusta pensar que, con el tiempo, nos convertiremos en dueñas de nuestras propia suerte.

Con Xirou mis horizontes no han parado de ampliarse y lo que es más sorprendente es que en este viaje hacia lo diferente he podido ahondar en el conocimiento de mí misma y siento que me reconozco más que nunca. Pero, ¿por dónde pasa este reconocimiento? ¿pasa por el descubrimiento de unas raíces, de una idiosincrasia? Para mí, no. No tiene que ver tanto con las palabras como con las emociones y las conexiones. No tiene tanto que ver con los lugares como con los hogares. No tiene tanto que ver con las lenguas como con el ser nombrada y escuchada y, desde luego, no tiene tanto que ver con definirse como con abrirse.

Se dice que existió un carpintero chino, Mozi (墨⼦), que se distanció del imperante confucionismo y creó una escuela alternativa: la de la política del amor universal (兼愛, Jian Ai).

El mohísmo dio una razón sencilla y pragmática sobre por qué la inclusión (amor universal) debería sustituir la exclusión:

«Si la gente fuera para otros estados como lo es para su estado, ¿quién se levantaría para atacar otro estado? Si uno fuera para los otros como lo es para sí mismo, si la gente fuera para otras ciudades como lo es para su propia ciudad, ¿quién levantaría su ciudad para asaltar otras ciudades? Uno sería para los otros como para sí mismo. Si la gente fuera para otras familias como lo es para su familia, ¿quién levantaría su familia para disturbar a otras familias? Uno sería para los otros como para sí mismo. Así que estados y ciudades no se atacarían, y la gente y las familias no se disturbarían o herirían. ¿Esto es daño para el mundo? ¿O es beneficio para el mundo? Tenemos que decir: es benefcio para el mundo”.(2)

Con lo que no contaba Mozi es con que en la actualidad las personas hemos perdido el cuidado de nosotras mismas, de las familias y de las ciudades. La brújula está escacharrada. Además parece que estamos demasiado ocupadas como para que nos importen las cosas; todo sucede rápido, muy muy rápido, y el pensar y sentir no pueden estar sometidos al tiempo.

Josep María Esquirol habla de una sociedad pantallizada, consumidora y patológica que deriva en “un exterior fino y superficial y un interior débil plagados de grandilocuencia que empobrecen las formas de experimentar la vida. Por eso se explican muchas anécdotas y aventuras mientras que escasea la transmisión de la experiencia.” Esta experiencia es una forma de resistencia íntima que no es visita de un rato sino estadía prolongada En palabras más poéticas: “no es cuando convertimos las estrellas en objeto de estudio científico cuando las aproximamos a nosotros, sino cuando, agrupadas en la cúpula celeste, las sentimos acompañantes de nuestra breve vida mortal.”(3)

Hace un par de años, con motivo del año nuevo chino, expuse mi trabajo en la junta municipal de Usera. Mi amigo Carlos García escribió un texto que me pareció acertadísimo. En este, decía que los tópicos son lugares comunes promovidos por los medios de comunicación de masas que nos proporcionan respuestas simples sobre problemas mucho más complejos. A menudo su papel es el de disipar el miedo sobre alguna novedad o cambio; otras veces es promoverlo o incluso crearlo. Aprovechando nuestra ignorancia, el tópico se queda a vivir y legitima al poder para tomar decisiones sesgadas. Carlos decía que en las fotos ve simplemente vida y, como tal, hablan de las epopeyas de siempre, aquellas epopeyas transculturales que podríamos pasar por llamar lo humano.

La fotografía fue lo que a mí me permitió entrar en contacto con un mundo ajeno, aprender e ir destapando tópicos. Por ello considero que cada una de nosotras debe encontrar la manera de acercarse y escuchar a las personas, ya que todas tienen algo que decirnos. Quizá el problema radique en que no estamos creando el clima idóneo para que hablen y sean escuchadas.

¿De dónde eres?, ¿quién eres?, ¿a qué grupo perteneces?, parecen ser preguntas decisivas e inevitables, y, sin embargo, puede que sólo sean un parche, porque es mucho más fácil establecer clasificaciones, denominaciones simplificadoras que ocultan una verdad mayor: que todas las personas somos una y, como tal, nos tenemos que respetar.

Ojalá algún día deje de ser necesario definirse para protegerse.

 

Hay una analogía preciosa en el libro del Tao en la que Lao Zi dice que los seres vivos nacemos blandos y débiles y al morir quedamos secos, rígidos y duros. Así “quien sea

rígido e inflexible es un discípulo de la muerte” y “quien sea suave y adaptable es un

discípulo de la vida”. Seamos, pues, discípulos de la vida.

 

Muchas gracias,

Laura

  • “no vamos a ser nunca completamente españoles ante los ojos de los verdaderos españoles aunque actuemos y pensemos como ellos”, leído en el grupo de Facebook en 2016.

 

(2) Sabiduría china, Manuel Herranz

(3) La resistencia íntima, Josep María Esquirol

 

 

 

*Se recomienda escuchar tras la lectura esta canción-sueño de Facundo Cabral en la voz de Chavela Vargas:   https://www.youtube.com/watch?v=YbR1jpwwdbc

 

Mira aquí la charla TED de Laura Carrascosa Vela contando su historia https://www.youtube.com/watch?v=KDLH-eRruZo

 

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