¿Mirando nuevamente a China en un mundo Post-Covid19?

¿Mirando nuevamente a China en un mundo Post-Covid19?

Marco Carrasco

Autores: Marco Carrasco-Villanueva, Ted Pari-Quispe

Angus Maddison (1926 –2010), economista británico especializado en historia macroeconómica, elaboró varios compendios en los que trató de analizar la contribución de diversas naciones del mundo al PBI mundial a lo largo de la historia. Nada sorprendente para los historiadores, quizás sí para los economistas que solo observan el presente, sus estudios mostraron que históricamente las naciones que más contribuyeron al PBI global fueron precisamente aquellas más pobladas y con mayor cantidad de recursos: China e India.[1] No fue sino durante la época del imperio romano o el inicio del colonialismo que algunas naciones europeas como Italia, Francia o Reino Unido cobraron cierta notoriedad, gracias a la apertura de sus mercados, al comercio y muy probablemente a la expansiones y conquistas en que se embarcaron. Y ante esto (al menos visualmente) pareciera resultar también un accidente histórico el surgimiento de naciones como EE. UU., Rusia (como Unión Soviética) o Japón durante gran parte del siglo XX.

Evolución del porcentaje de participación económica de las principales sociedades del mundo entre el periodo 1000 DC – 2008 DC. (Fuente: Maddison, A.)

Si observamos en específico la evolución de China durante el siglo XX, resulta muy interesante ver el impacto de las reformas económicas emprendidas por Deng Xiaoping desde 1978, las cuales involucraron un tránsito interesante para el país. El paso de una economía planificada a una economía socialista de mercado supuso un cambio radical en el crecimiento económico del gigante asiático. Esta serie de reformas involucraron el desarrollo particular de muchos mecanismos, formando un proceso que se conoce en China como “socialismo con características chinas”. Las reformas en agricultura, por ejemplo, empezaron por una disminución del control estatal, a fin de crear un sistema de precios duales. En estos, los productores podían vender a precio de mercado (el más alto) una vez que alcanzaban las metas de producción requeridas al precio controlado por el estado (el más bajo). La consecuencia inmediata fue el rápido incremento de la producción y eficiencia de los agricultores.[2] De esta manera, el estado lograba mantener una cuota de producción esperada, y al mismo tiempo brindaba a sus productores un interesante incentivo para seguir creciendo.

Además de esto, muchos otros economistas han visto con mucho interés el desarrollo de las TVEs (iniciales en inglés para “empresas de poblaciones y aldeas”) y de las SEZs (zonas económicas especiales). Todas estas reformas y mecanismos híbridos tuvieron como claro objetivo la apertura de mercados, pero bajo un sistema aun significativamente controlado por el gobierno. En cierto modo, se buscaba aprovechar las herramientas del mercado para el desarrollo socialista de largo plazo al que aspiraba China. Esta serie de políticas de apertura no estuvieron ni totalmente guiados por la economía de mercado, ni por los dogmas comunistas de aquel entonces, ni tampoco por mecanismos tan cercanos a la vía actual de políticas e intervenciones basadas en evidencia (bastante reconocidas en India y países en desarrollo de Occidente, gracias al trabajo de Banerjee, Duflo y Kremer, Premios Nobel de Economía de 2019). El profesor de Harvard, Dani Rodrik, describió este desarrollo de mecanismos en China durante su apertura como un muy particular “experimentalismo pragmático”,[3] la búsqueda de resultado exitoso para la sociedad china se anteponía a todas las cosas. Dicha idea podría plasmarse en una de las más famosas frases de Deng Xiaoping: 《不管白猫、黑猫,會捉老鼠就是好猫》, traducida usualmente como: “No importa si el gato es negro o blanco, con tal que cace ratones”.

La moderna ciudad de Shanghai, descrita a veces como la “pieza estrella” del desarrollo económico chino. (Fuente: Conexión China, La Tercera)

Si bien se suele debatir bastante en occidente si la China actual es una economía capitalista o comunista, el tema en realidad pasa en cierto modo a segundo plano para el pueblo y gobierno chino, que considera el uso de mecanismos de mercado como un set de herramientas necesarias para la industrialización del país en el marco de lo que actualmente tan solo la etapa inicial del desarrollo socialista chino.  El pragmatismo de Deng, de algún modo, todavía persiste en el día a día chino; en donde más que discutir sobre qué modelo o alternativa usar en base a sus implicancias e historias subyacentes, prevalece la preferencia por aquello que funciona y que da resultados positivos para el bienestar de la población. Es en ese mismo contexto, que, entre muchas otras medidas, una de las más destacadas en la actualidad es el gran apego a la ciencia y tecnología por parte del gigante asiático, lo que ha sido también una forma de eludir las discusiones políticas sobre otros mecanismos que puedan o no propiciar su desarrollo.[4] Desde hace algunos años, esto se hace cada vez más evidente. Instituciones como las universidades de Tsinghua[5] y Pekín en Beijing, o las de Shanghai Jiao-Tong y Fudan en Shanghai empiezan a cobrar mayor relevancia en los rankings de investigaciones y clasificaciones académicas internacionales. Otro ejemplo es de la Academia de Ciencias de China, la cual es actualmente (si bien, en promedio, aún con una producción de menor calidad que las de sus pares internacionales) la organización con mayor producción científica del mundo, por encima de entidades como el Centro Nacional de Investigación Científica de Francia, el Instituto Max Planck de Alemania, o la Universidad de Harvard en EE. UU.[6]  La prioridad dada a china a las áreas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) también ha posibilitado ser una de las naciones con mayor cantidad de ingenieros y científicos capacitados para el desarrollo de diversas tecnologías.

La famosa serie documental Cosmos destacó hace 40 años las dimensiones y capacidades del gran radiotelescopio de Arecibo (Puerto Rico), administrado por EE.UU. (Fuente: Cosmos: A Personal Voyage, 1980)

 

En 2019 hizo lo propio con el FAST, ubicado en Guizhou (China), actualmente el más grande radiotelescopio del mundo. (Fuente: Cosmos: Possible Worlds, 2019)

Fue este desarrollo científico y tecnológico (aún lejos de estar completo, por cierto) una de las bases del país al hacer frente a la pandemia actual del COVID-19.  Ante el contexto actual, cobró gran notoriedad y relevancia el desarrollo previo de tecnologías orientadas a la automatización de procesos, digitalización de información, desarrollo de algoritmos de inteligencia artificial, y la sistematización de la data de sus habitantes.

Si bien es cierto que los mecanismos institucionales chinos (hoy en proceso de revisión y mejora interna por el propio gobernó) supusieron una desventaja inicial en cuanto a la detección e información temprana de la pandemia (en base a la restricción del flujo de información y la extrema cautela en el manejo de esta), una vez que el país tomó las riendas del problema, mostró una capacidad de respuesta bastante rápida para contenerla. Las herramientas tecnológicas de tracking en base a la data de sus ciudadanos, las cámaras inteligentes en las calles, así como la anteposición del interés colectivo por sobre el interés individual (no exclusivamente chino, claro está), supusieron bases muy interesantes a partir de las cuales se podría empezar a entender el por qué China (y sin duda otras sociedades asiáticas), pese a su gran diversidad de contextos de desarrollo y políticas, han conseguido sobrellevar en promedio de mejor forma la actual pandemia.

Viendo un poco al futuro, resulta también interesante teorizar el papel que China podría tomar en el escenario post-COVID-19. Esto debido a los grandes retos que enfrentará en esta nueva etapa, entre estos el surgimiento de una ligera escisión comercial a la cadena de producción china, el distanciamiento diplomático con algunos países de Occidente, y la relativa pérdida de confianza de Occidente hacia los medios de información oficial. Pese a ello, es probable que China sepa cómo sobreponerse a estas situaciones malaventuradas. Las incisas decisiones en su sistema financiero, y las políticas económicas respecto a la inversión a la infraestructura, serán claves en un inicio por reavivar el rumbo que había ya emprendido hace bastante tiempo.

Niños en China usando gorros estilo “dinastía Song” para mantener distancia social. (Fuente: Weibo)

Mucho se ha dicho y se seguirá diciendo de China, y en general de Asia. Por ejemplo, bajo su última proyección post-COVID-19, el FMI estima que Asia del Este será la única región del mundo que aun crecerá en el presente año, y aun la de mayor crecimiento en los años venideros. Un modelo perfecto de desarrollo no existe, y el modelo chino no es para nada algo cercano a esta utópica perfección. Existen aún algunos aspectos políticos y sociales controversiales, que sin dudas el país hará frente eventualmente. Si embargo, es también cierto que en Occidente usualmente ha faltado cierto ánimo de humildad académica y social para evaluar y analizar varios aspectos interesantes y positivos que puedes rescatarse del modelo chino, entre ellos, los mecanismos y metas claras y concretas que el país asiático se trazó a lo largo de los últimos años.

Si bien, la prioridad para la humanidad (por ahora) está en el arduo reto de vencer a un inesperado enemigo invisible, una vez que esto se logre superar, el mundo que vendrá podrá atestiguar una realidad absolutamente disímil. Y es en ese contexto, en el que podremos optar por permanecer en nuestros entornos y seguir percibiendo lo que acontece al otro lado del mundo como una rareza; contribuyendo a la aparentemente inevitable diferenciación y confrontación (al menos bajo los discursos de algunos líderes actuales). O bien, podremos optar por reconocer que nuestros sistemas tampoco reflejan la perfección, y que, sin tener que cambiarlos necesariamente, igual podemos aprender y sacar lecciones muy valiosas de aquellas cosas que funcionan del otro lado del mundo. No por nada, el siglo de China (o quizás más precisamente el siglo de Asia) está ya próximo por comenzar.

[1] Maddison, A. (2006), The World Economy: Volume 2: Historical Statistics, Development Centre Studies, OECD Publishing, Paris

[2] 大力 (2019). 北京“倒爷”沉浮录. 人間. Recuperado desde: http://renjian.163.com/16/0303/15/BH8A0TDE0

00153N3.html

[3] Rodrik, D. (2018). China’s Boldest Experiment. Project-Syndicate. Recuperado desde: https://www.project-syndicate.org/commentary/china-experiment-high-growth-renewed-repression-by-dani-rodrik-2018-12

[4] El estudio de carreras de ciencia y tecnología en China suele tener una valoración bastante significativa entre varias familias, en gran medida debido a la percepción que destacar en estas áreas esta más basado en el esfuerzo real de cada uno, y no tanto en las conexiones que se puedan tener como sí se percibe respecto a otras áreas.

[5] The Economist (2018). Tsinghua University may soon top the world league in science research. Recuperado desde: https://www.economist.com/china/2018/11/17/tsinghua-university-may-soon-top-the-world-league-in-science-research

[6] Scimago Institutions Rankings (2020). Recuperado desde: https://www.scimagoir.com/

No hay comentarios

Publica un comentario