El Chinero: tejiendo los hilos de la memoria

El Chinero: tejiendo los hilos de la memoria

Fotografía: Cerro «El Chinero» (Imagen tomada de Zinfandel cachanilla)

Dígame quienes son los chinos,

en qué corazón existe un corazón de Yao y de Shun,

qué sangre es la sangre de Jing Ke de Nie Zheng,

cuál es la herencia de Shennong y Huangdi

Wen Yiduo

 

Cansada del encierro forzado que esta pandemia del COVID 19 nos ha impuesto, un día decidí subir a mi auto y conducir sin rumbo. Casi sin darme cuenta, ya me encontraba en  las afueras de la ciudad, donde surgía ante mí un paisaje  desértico en el que no cae –o casi nunca cae- agua de lluvia, me recordaba las abrazadoras temperaturas del verano que llegan a más de los 50 grados centígrados, y en invierno un frio seco,  que cala hasta  los huesos. El sol se elevaba tras lo alto de los cerros, el azul del cielo invitaba a seguir por el camino, parecía que éste se perdía entre la tierra seca y los escasos chaparrales característicos de un horizonte solitario y desolado. Una vista que es parte del área rural de Mexicali, ciudad fundada en el desierto

Pronto apareció ante mí un cerro oscuro, testigo mudo de un triste suceso en la memoria de la región por pocos recordado, hay quienes  conocen su nombre, pero no el origen de su historia: es  el cerro El Chinero.

No pude evitar traer a la memoria lo que en ocasiones había repetido insistentemente a estudiantes en las aulas  universitarias: “un lugar, o un zona  geográfica puede ser  a los ojos de ciertos pueblos o grupos sociales un espacio simbólico que alimenta y fortalece su identidad, ya sea por razones políticas o culturales” (parafraseando a mi antiguo maestro de Sociología). Tal podría ser el caso del Monte Fuji en Japón, o Machu Picchu en Perú.

Si entendemos la identidad como el sentido de pertenencia a un grupo específico de referencia, esta comunidad puede estar localizada geográficamente, pero no necesariamente. Hay manifestaciones culturales que expresan con mayor intensidad que otras su sentido de identidad, hechos que las diferencian de otras actividades que son parte común de la vida cotidiana.[1]

Tales manifestaciones culturales son las historias que al paso del tiempo, se han convertido en leyendas.  Su misión es valiosa, puesto que suponen un recurso para tratar de entender  hechos o sucesos del pasado. Si somos capaces de leer entre las líneas de estos relatos, disfrazados de mitos o leyendas, descubriremos esa conciencia arcana que individuos de otras épocas quisieron salvar del olvido eterno y que, a pesar de la modernidad y el materialismo de la época contemporánea, funcionan como unos hilos invisibles que aún nos conectan  al misterio del pasado  y de la existencia.

Un ejemplo de ello es El Chinero, un cerro en donde los primeros años del siglo XX (nadie lo sabe con exactitud)  murieron  migrantes de origen chino cuando intentaban cruzar el desierto. ¿Qué pasó allí? ¿Quién  recuerda a esas personas,  su travesía,  su experiencia? Sin la existencia de algún rastro o alguna imagen para abordar las tragedias que han marcado la historia de la región o que nos rodean hoy en día, la indiferencia y el olvido se normalizan.

Sobre El Chinero, una historia convertida en leyenda, historiadores, sociólogos o artistas visuales dan sus variadas versiones de este hecho, que sin duda, los herederos de la tradición cultural del ave fénix y del dragón, así como sus descendientes chino/mexicanos, deben conocer y  ser parte de esa historia con memoria que en alguna forma, es un legado a su identidad.

¡Que estrecho es el camino!

No hay huellas de caballo ni de carreta…

Las escarpadas rocas se enciman

unas a otras…

…se tuercen según la dirección del viento

he perdido el camino;

pregunto a mi sombra ¿A dónde voy?

                  Han Shan

 

 

Sobre el suceso del Chinero[2] del  libro: Los pioneros de Mexicali (1973) de  Enrique Estrada

En 1916, en uno de esos tantos viajes de Tomas Bórquez y Juan Negrete como expedicionarios de la región, rastreando minerales, piedras preciosas, cazando animales y otras actividades, al pasar por el lugar conocido como Salinas de Ometepec, a la altura del Km. 170 de la actual carretera Mexicali-San Felipe, tuvieron un macabro hallazgo, pues encontraron restos humanos, que por sus características identificaron como de raza oriental ( china), por sus condiciones ya tenían tiempo de muertos y aparte, sus cuerpos se encontraron con señales de haber sido devorados por los animales, esto dio origen al nombre del cerro ¨El Chinero¨. Solo dos lograron salvarse llegando a la zona conocida como sierra Las Pintas.

Tomas Bórquez y Juan Negrete sepultaron los restos que encontraron, no pudiendo saber cuántas personas murieron ahí, a causa del sanguinario proceder de esos actos que cometían los contrabandistas piratas dedicados al tráfico de personas y drogas…

…Jesús Alanís Ojeda, viejo residente del puerto (San Felipe) y nativo de este, fallecido hace algunos años, en 1966 describió la espantosa realidad de este suceso, comprobando la anterior versión del chinero comentada por Francisco -Paco- Bórquez  Monteón, de la siguiente manera: Mucho se ha hablado y mucho se ha escrito sobre los piratas de todos los tiempos…Pero jamás se ha escrito sobre los piratas negreros que continuamente desembarcaban chinos, japoneses e hindúes en las costas de San Felipe[3]. Italianos y alemanes a bordo de pequeñas embarcaciones hacían tráfico inhumano entre Guaymas y El Mayor[4] ; acarreando grandes contingentes de hombres ávidos de conocer las Californias.

Es bien sabido de todos, que los chinos son grandes agricultores, y esperanzados en buenas ganancias, en el año de 1916 unos 10 chinos y un coreano, fletearon en Guaymas una pequeña embarcación para que los trasladara a El Mayor, pero el capitán de ella, los dejó en las costas de San Felipe el día 15 de agosto de 1916.
De esta expedición, solo existe un simpático chinito de cabeza blanca, amable y risueño: Emilio Chiang, es el nombre de mi entrevistado que me relató los sufrimientos que tuvieron en ocho días de travesía por los desiertos hasta llegar a El Mayor, donde un indígena cucapá[5] les alquiló un caballo a cinco dólares cada uno para venir a Mexicali; a donde llegaron después de dos días más de travesía. Todos sus compañeros, decepcionados, se fueron a diferentes lugares, y él se acomodó en esta polvopolis[6] en donde actualmente es dueño de la tienda de abarrotes La Continental.

Preguntándole si en su travesía había sabido algo sobre el famoso y legendario Chinero, me comunicó que dos meses atrás de su llegada, fue el desembarco de esa gente que encontró una horrible muerte en el desierto, sin recordar nombres de los barcos o capitanes. Que él recordaba que había sido tiempo de Maytorena[7] en Sonora y del coronel Cantú en Baja California.
Le platiqué al coronel Cantú lo que me había comentado Emilio Chiang y me dijo: “Es muy cierto, sin precisar fechas, en ese tiempo fue la tragedia de El Chinero”.

 Por eso, en 1916 el coronel Cantú mandó a Tomas Bórquez y Juan Negrete para abrir una brecha del condensador a San Felipe. El condensador alimentaba de agua a la mina Moctezuma…A esa mina llegaron dos chinos con los ojos desorbitados, la lengua hinchada, arrastrándose, muertos de sed y de hambre, sobrevivientes del desembarco de 75 hombres que murieron de insolación.

 

La región está ubicada aproximadamente a la altura del kilómetro 170 por la carretera con rumbo a San Felipe. Desde ese lugar se puede apreciar un cerro oscuro a 1 km de distancia, el cerro conocido como El Chinero, donde según dicen fallecieron todos aquellos chinos que cuenta la leyenda; le pregunté si habría algún indicio allá arriba sobre el suceso, me contesta que no hay nada.

 

Fotografía c.1902. Col. Instituto Investigaciones Culturales-Museo. UABC.

Según los historiadores, el grupo de chinos que fallecieron formaban parte de los primeros grupos de migrantes chinos originarios de la provincia de Cantón ( de ahí el famoso nombre de la comida: comida cantonesa) que abandonaron su nación a principios del siglo XX debido a distintas circunstancias, entre ellas: los conflictos políticos, la extrema pobreza de aquella época y la campaña de prosperidad con la que se idealizaba a América;  gran parte de estas personas fueron contratadas para trabajar en el trazado de las vías ferroviarias en California, pero con la apertura del cultivo agrícola en las zonas del valle de Caléxico, (California) y Mexicali (México) muchos optaron por cambiar su profesión y asentarse en esa región productiva.

 

 

 

El grupo que más tarde participaría en  la tragedia había abordado una embarcación en el puerto de Guaymas, Sonora  y desembarcaron en las costas de San Felipe con la intención de llegar a Mexicali cruzando el desierto, posiblemente este sea uno de los pocos datos en el que coincidan las distintas versiones existentes, ya que algo característico del suceso es que hay bastantes discrepancias entre los relatos de los historiadores e investigadores que tratan el tema, cada especialista varía en cuanto a ciertos datos importantes, por ejemplo: La fecha (para algunos ocurrió en 1902, otros argumentan que fue en 1916), el número de migrantes chinos (las cifras van desde los 40 hasta los 75 individuos) y en la presencia de un guía mexicano responsable que presionó para hacer la travesía por el desierto a cambio de un pago ( en algunos textos el guía recibe el nombre de José Escobedo).

 

Según la leyenda, cuentan que un 26 de agosto de 1902, José Escobedo en pleno calorón emprende camino hacia el pueblito del Rio, guiando a cuarenta y dos asiáticos recién desempacados de Sinaloa. La tirada era llegar a los bebederos de Tres Pozos y al del Salado, reabastecerse de agua y descansar un rato, para luego reanudar camino. Nomás que no supieron dar con los pozos. En vez de regresar, siguieron caminando nueve días, perdidos, entre los cerros Moreno y El Mayor, en la Sierra de las Pintas, la muerte hizo su agosto ganando treinta y cinco orientales de jalón. Solo ocho llegaron vivos al actual Mexicali; siete arrepentidos chinitos y el atarantado guía. A esa zona donde murieron, yendo a San Felipe, desde ese entonces es llamado El Chinero. 

 

 Otra de las versiones de este suceso son del libro: Compendio histórico biográfico de Mexicali (1966),  Celso Aguirre Bernal nos dice: 

Así fue como en 1916 procedentes de San Francisco California, fueron desembarcados numerosos chinos en el pueblo de San Felipe y abandonados a su suerte por enganchadores sin escrúpulos que les cobraban fuertes cuotas.

Desconocedores por completo de la región, tomaron el camino hacia Mexicali; extraviándose en el desierto en donde murieron de sed  setenta y cinco individuos de nacionalidad china, cerca de un cerro de la sierra de los Cucapás, que la tradición ha dado a llamar Cerro de los chinos o El Chinero, más o menos a 99 millas del Mexicali Chinatown que ellos buscaban con ansiedad.

Este fragmento como se aprecia maneja datos distintos al anterior, pone como fecha 1916, maneja una cifra de 75 individuos y cita en plural cuando menciona a los enganchadores que los llevaron ahí (a diferencia del texto anterior donde solo se da el nombre de una persona), estas diferencias informativas no solo se hallan en estos dos textos, sino que forman parte de muchas otras divergencias que manejan distintos autores refiriéndose al tema, todas ellas sustentadas tanto bibliográficamente como sustentadas con entrevistas a supuestos sobrevivientes. La falta de claridad en cuanto a la veracidad de los hechos han convertido a este suceso histórico en anécdota digna de ser contada como leyenda, ha esto se le suma que como relato anecdótico ha pasado de generación a generación endulzándose con toques fantásticos, por ejemplo, hay personas que aseguran que en la cima del cerro donde sucedió el evento por las noches se escuchan canticos y sonidos de guitarras chinas.

De regreso a la ciudad, pienso en esta historia/leyenda que ha perdurado por más de cien años, y lo que Georges Didi-Huberman alguna vez afirmó:

Que la huella sea  el contacto de una ausencia explicaría la potencia de su relación con el tiempo, que es la potencia fantasmagórica de las sobrevivencias: cosas que han partido lejos pero que quedan, frente a nosotros, cerca de nosotros, haciéndonos señas de su ausencia.

El Chinero, lugar donde puedo reflexionar sobre la tragedia y la migración, la fosa común y la amnesia de la tierra, abrir un espacio para pensar de otra forma nuestra memoria, nuestras identidades y nuestro lugar en redefinir ideas de  un territorio. Un monumento en medio de la nada.

En un mundo donde internet y las redes sociales, ya son parte de nuestra cotidianidad, que nos han permitido explorar  otras culturas, y con ello han enriquecido a la sociedad entera; es importante sin embargo, que las nuevas generaciones hábiles y asiduos concurrentes de estas herramientas, no deben olvidar  ni dejar de lado la importancia de preservar su historia y su sentido de pertenencia. Para las nuevas generaciones de chinos/mexicanos, es importante conocer las raíces históricas de donde se proviene, para valorar lo que se es y para conservar la identidad cultural de la comunidad de origen.

 

 

Bibliografía

Didi- Huberman Georges (2008): La semejanza por contacto: Arqueología, anacronismo y modernidad de la huella. Les Éditions de Minuit

 

Sosa Ernesto (29-12-2020): Mexicali Forever. Recuperado de https://m.facebook.com/jaimeclxc/photos/a.1553988968201785/1650926588508022/?type=3&locale2=hi_IN


[1] UNESCO-PNUD, 2005

[2] El relato integro sobre El Chinero, fue tomado tal cual aparece en  Mexicali Forever

[3] Puerto situado a 200 km., de Mexicali para llegar a este puerto se debe recorrer una zona desértica.

[4] Guaymas es un puerto del vecino estado de Sonora, El Mayor es un cerro situado en la comunidad indígena cucapá

[5] Grupo indígena originario del desierto de Mexicali

[6] Nombre con que coloquialmente se conocía a Mexicali, ya que por temporadas había grandes polvaredas

[7] Gobernador del estado de Sonora

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